Se murió el negro Simón, el fruterito del pueblo;
Y murió un viejo pipón, el hacendado del pueblo;
Y a los dos los enterraron en el mismo cementerio;
Miren que casualidad si a la fosa van a dar;
Al rico le hicieron carroza, al negro un sencillo ataúd...
Después de un tiempo pasado, 'pa' terminar mi relato
Me fui para al campo santo y encontré dos calaveras;
Ellas no tenían nariz, pero sé que blancas eran;
Las calaveras todas blancas son, multicolores por fuera;
Por dentro un solo color, las calaveras todas blancas son...
No no hay diferencia de raza, ni tampoco religión
Las calaveras todas blancas son, es el color de la tuya y la mía
Como la del mundo entero, las calaveras todas blancas son...
Los fragmentos anteriores perteneces a la canción "Las Claveras"; una salsa bastante conocida del grupo colombiano The Latin Brothers y grafican en gran medida el irremediable final. No hay opción: seamos gordos, guapos, feos, altos, rubios, o todo lo contrario; al final de nuestros días, la muerte nos igualará y perderán importancia nuestra procedencia, ideología, credo, situación económica o geográfica. En la vida nos marcan las diferencias, pero en la muerte las similitudes.
El color de nuestros huesos es una constante, mas no el hecho de que tengamos pompas fúnebres de cinco estrellas. La verdadera muerte acontece cuando el resto de la humanidad deja de recordarnos; cuando no hemos sido capaces de sembrar una sonrisa o una lágrima en nuestros seres cercanos.
Hasta donde conozco, la única opción que tenemos para desprendernos del color de nuestros huesos; es que los deudos inviertan algún dinerito, en cremarlos a altas presiones y temperaturas con el fin de convertirnos en un diamante de calidad indeterminada. Este servicio que puede costar más de diez mil dólares, por el momento y hasta donde se, solo está disponible en primer mundo y su proceso no está alejado del proceso de fabricación de diamantes artificiales; en el cual mediante presión y temperatura se transforma el carbón en cristales.
Aunque la mayoría de las muertes dejan vacíos irreemplazables e irrecuperables; objetivamente este hecho es parte de la esencia de la vida y cumple un papel preponderante en el proceso de selección natural. Si nadie o nada muriera, facetas de la existencia como la reproducción o los sentimientos, no tendrían sentido; de hecho la evolución misma carecería de propósito.
Muchos son los rituales en torno a la muerte y han existido y existirán por siempre; uno de estos ocurre en la serranía ecuatoriana; en Calderón, una población de las afueras de la capital, donde los deudos acuden al cementerio el 2 de noviembre de cada año, llevando viandas con colada morada y guaguas de pan (ver: Sabor y tradición en noviembre del 29/10/2008), y las degustan con toda comodidad.
**El presente texto y sus imágenes, son un homenaje a todos los caídos de este planeta en todos los tiempos; a quienes ya se fueron antes que nosotros, a quienes se van hoy, a quienes se irán mañana; porque todos con su paso por esta tierra, han colaborado directa o indirectamente para que quienes aún permanecemos aquí, estemos como estamos y seamos como somos.