Parece que fue ayer cuando los jóvenes jugábamos con consolas atari (producían imágenes de poca resolución compradas con las actuales de alta definición, que generan hoy, consolas como PS3 o XBOX), ciegos a la evolución científica, tecnológica y de mercado que globaliza al mundo en la actualidad.
Los jóvenes de cualquier metrópoli, conectados entre sí por cualquier artificio tecnológico, crean mecanismos de expresión y reflejo de la sociedad en la que viven; son jóvenes que han crecido con tecnología en mano y con premisas estimulantes (algo así como "llegar hasta el límite, "superar los límites", "más allá de todo"); son jóvenes audaces, osados, talentosos, pero incapaces de darse cuenta el ritmo frenético que imponen y reciben de la sociedad.
Hace no más de treinta o cuarenta años, los niños ni siquiera sabíamos de deporte, solo de juegos 'simples', que se llevaban a cabo en el patio trasero de la casa o con un grupo de amigos de barrio, empleando canicas, perinolas, cuerdas o neumáticos viejos. En la actualidad, los niños de poco más de tres años tienen el ansia por practicar escalada deportiva, o lanzarse en paracaídas, o surcar las ciudades al estilo hombre araña. Los niños de ahora nacen y crecen esperando el momento en el que puedan practicar 'deportes extremos'.
El deporte extremo es un neologismo que se enmarca dentro de la 'cultura urbana' y engloba una serie de actividades físicas, que por los riesgos reales o aparentes, demandan de esfuerzo físico y mental para quienes los practican; en este sentido, el deporte extremo es un espejo donde se refleja una sociedad extrema, voraz, violenta.
El deporte extremo, producto de esta sociedad y cultura urbana, impulsa a los jóvenes a ir más allá de sus propios límites; algunos lo logran, la mayoría cae en el intento. El skate, el bmx, el breack dance, entre otras, son disciplinas en las cuales saber caer es de mucha ayuda y puede marcar la diferencia entre limpiarse el polvo y continuar practicando; o pasar una temporada con algún hueso fracturado.
Aunque en esencia las actividades físicas pueden ser las mismas (pedalear, deslizarse en una patineta o bailar), es la dificultad o condiciones extremas en las que se practican, las que determinan un deporte extremo. No es lo mismo pedalear una bicicleta, en un parque, durante un atardecer primaveral; que tomar impulso en una rampa, darse un trampolín en el aire, caer sobre dos ruedas y seguir pedaleando mientras una multitud de fanáticos aplauden. No es lo mismo bailar de brazo con la pareja anhelada mientras una canción lenta suena, a bailar en grupo haciendo piruetas que asemejan algún milenario arte marcial y donde lo importante son los clavados al piso y los trompos que se hacen con la cabeza.
El camino está trazado y difícilmente habrá marcha atrás; habrá que ver que más inventamos o inventan las próximas generaciones para pasar el tiempo.