'La Negra Tomasa' fue la primera canción que recuerdo del extinto Caifanes; esto en algún baile quinceañero. Años despúes, en el matrimonio de un amigo 'Antes de que nos olviden', interpretado aún por Caifanes, fue la canción que inauguró la recepción. Estos recuerdos están clavados como alfileres en la memoria, en el corazón. Letras suaves, contundentes, letales; nada comparado con la popería sosa que invade y castiga los oídos de una juventud de pantalon a la rodilla y greñas de colores.
Saber que se presentarían en Quito, un milagro. En el mundo de los conciertos de 'alto nivel' Ecuador siempre pasa desaperceibido y pareciera que organizadores, productores y patrocinadores, piensan que este es un país de sordos; algunos podemos no tener dinero en el bolsillo, pero, si buen gusto.
La noche de su presentación fue fría y con ventiscas que pelaban la piel; los policías que controlaban el acceso se ganaron unas cuantas cajas de cigarros y varios encendedores; el control fue minucioso, pero creo que a la larga no muy eficaz, pues en el interior del Ágora de la Casa de la Cultura circulaban oleadas del dulzón olor de marihuana. Un buen porcentaje de los asistentes eramos de la segunda juventud, es decir pasado los treinta; el resto, jóvenes que sabían del grupo porque algún guró les había hecho escuchar su música en alguna reunión informal.
Del grupo telonero, ni hablar; comentar que desaprovecharon la oportunidad de presentar su creación y solo se dedicaron a ejecutar covers con un 50 por ciento de acierto. Tampoco valdría la pena comentar sobre el pésimo sonido que llegaba a la gente en los puestos de general. Un concierto de anarquía conservadora; de revolución peremne, de triste melancolía.
Ayer Caifanes, hoy Jaguares. Buena presentación. Saúl Hernández, soporte fundamenteal de esta propuesta musical e ideológica, retorno tres veces al escenario a petición de un público eufórico y se despidió con 'Quisiera ser alcohol'.
Para quienes estamos en la segunda juventud, las cosas fueron diferentes; años atras nos hubiésemos convertido en alcohol en una calle cualquiera; pero hoy tomamos café, hablamos de política y nos fuimos a la cama tarareando alguna de sus canciones.