Como si en el preciso instante de la creación hubieran caído dos perlas sobre Sucumbíos, dos perlas que ni la mano de Dios ni del hombre han borrado del rostro de la selva; así se conservan las lagunas de Pastaza, como un paraíso puro y tranquilo.
Las Lagunas de Pastaza pertenecen a la comunidad Kichwa del mismo nombre y se las conoce como YANACOCHA o “Laguna negra”, por la coloración de sus aguas y CARIOCOCHA o “Laguna de bocachico”, por la cantidad de peces de esta especie que contiene.
Estas lagunas son de espíritu tranquilo como el de la gente que vive a sus orillas, gente que hace más de treinta años decidió emigrar desde su suelo natal (provincia de Pastaza), hasta este sector y fundar una comunidad que sabe vivir en paz con su entorno. El ecosistema les provee caza y pesca abundante para su subsistencia.
Aunque en la actualidad no viven más de treinta familias en la comunidad, otras viven “más profundo” en la montaña; su territorio además les permite la siembra de maíz, yuca, café y pequeñas parcelas de potrero para alimentar al poco ganado que tienen. La gente de Pastaza es abierta y de sonrisa sincera, comparten sus fiestas con las comunidades vecinas de San José, Shyris, Muchucause y Pachacutik.
Alrededor de doscientas personas, entre propios y foráneos, se reúnen para las festividades de constitución de la comunidad, que celebran cada 14 de diciembre, en estas fechas el visitante puede observar y participar en eventos deportivos, culturales y religiosos, a la vez que degustar de la sazón de la zona. El lema de la gente de esta comunidad es compartir y eso lo demuestran al momento de la comida, pues nadie qua hasta allí haya llegado se quedará con hambre; las mujeres de la comunidad se encargan de preparar suculentas viandas con carne de “guanta” o “bagre”, acompañada con chicha de yuca que se reparte durante toda la jornada en generosos “jarros”.
Los comuneros de Pastaza son personas comprometidas con su entorno, evitan la pesca, caza y tala indiscriminada; se “conforman” solo con lo que van a utilizar, por eso su territorio sigue siendo la morada de guantas, armadillos, perdices, saínos, jaguares y demás fauna endémica. Esta gente aunque se encuentra relativamente cerca de centros poblados mayores como Cascales, no extrañan las comodidades de la vida moderna; es más cuando por alguna razón tienen que dejar “su selva” intentan no hacerlo por más de un día; para ellos la luz de las estrellas es mejor que la que proporcionan las bombillas.
Ángel Vargas, presidente de la comunidad recomienda una o varias opciones dentro de un recorrido por la comunidad de Pastaza: las mentes relajadas pueden escoger entre una fresca caminata por senderos que atraviesan el corazón de la selva o mirar la caída de sol en medio de las lagunas, sobre una pequeña embarcación de remo; mientras que quienes buscan descargar adrenalina tienen la pesca deportiva de bagres y bacachicos en las lagunas o el descenso de un brazo del río Aguarico en boya. Todas estas opciones bajo la guía de un nativo del lugar, quienes son expertos conocedores de la zona.
El espíritu tranquilo de las lagunas de Pastaza se ha apoderado de quienes viven en sus orillas y esperan de buena manera al curioso visitante que decide cambiar la rapidez del mundo moderno por un paraíso en el cual no existe el cantar de ningún tipo de motor. Quienes lleguen a las lagunas de Pastaza de seguro contemplaran un atardecer con rayos de sol naranja y en el espejo de agua que se forma, verán reflejados la majestuosidad de la selva ecuatoriana y de cada uno de sus espíritus.
Para llegar desde Quito: 45 min. en “ranchera” desde Nueva Loja a Cascales.
30 min. en bote por el río Aguarico.
90 min. de caminata, hasta llegar a la comunidad de Pastaza.
No olvidar: Cámara fotográfica.
Repelente de insectos.
Bloqueador solar.
Botas de caucho.
Ropa ligera.
Refrigerio.