Era una mañana de abril y caminaba por el pasillo de un supermercado en Jaén; de pronto unas manos me tomaron del antebrazo izquierdo y me condujeron a un sitio con cinco monitores de vigilancia, cercano a las cajas. Quien me sujetó era un guardia privado, que revisó mis pertenencias, preguntó mi procedencia y el motivo de estar en el establecimiento. Al explicarles mi situación, el incidente no paso a mayores; me pidieron disculpas y perdí el antojo de comprar yogurt.
Esta vivencia puso sobre el tapete, el prejuicio, el racismo y la segregación con y sin motivo, de la cual somos víctimas los 'súdacas' o latinos, en España. La cantidad de migrantes ha generado en los españoles altos niveles de inseguridad y desconfianza; es evidente cuando una mujer asegura su cartera o cambia repentinamente de acera para no cruzarse con un rostro no familiar. Yo tuve esta sensación varias veces; también fui detenido por guardias civiles para presentar mi documentación, en tres ocasiones y aunque los españoles se consideran tolerantes sus actitudes tienden a reflejar lo contrario.
Varias instituciones trabajan para lograr una plena integración de los migrantes, una de ellas es la red “Acoge”. Pedro González, su director en Jaén me comenta que trabajan en el área social, de promoción y de convivencia; “realizamos campañas de sensibilización en los españoles con el fin de facilitar la convivencia y potenciar la tolerancia, nuestro trabajo intenta armonizar realidades distintas, para esto apoyamos talleres de cocina, conducción, manualidades, autoestima, cuidado de niños y ancianos, además enseñamos español a migrantes árabes y asiáticos. La desigualdad y la inequidad producen migración, y esto genera problemas como la inseguridad y miedo; la gente no estuvo preparada para un cambio drástico en poquísimo tiempo”.
Para éste diplomado en trabajo social, soltero y sin hijos, la comodidad radica en trabajar menos y ganar más, “esto ha originado un cuarto mundo completamente marginal del primer mundo, en función del bienestar y desarrollo alcanzados”, concluyó. Este cuarto mundo al que hacía referencia Pedro está presente en cualquier parque y ciudad de España; en Asturias, Barcelona, Murcia o Málaga encontré rostros latinos, marchitos por la intemperie y la falta de alimento; muchos de los ecuatorianos a quienes entrevisté comían una vez al día, compartían gastos de piso con otros migrantes, y trabajaban por sueldos miserables y es que a pesar de que existen controles rigurosos y fuertes sanciones para quienes emplean a indocumentados, la explotación no se ha podido parar; cada ves es mayor el número de menores de edad en la calle, mujeres en la prostitución, familias enteras sin trabajo ni vivienda; gente alcohólica y drogadicta.
Cuando Fernando N. de 32 años llegó a España, en 1999 le resultó imposible conseguir empleo, no le faltaron las malas compañías y sin darse cuenta terminó viviendo en un parque, comiendo pan con cola y pidiendo caridad en la puerta de una iglesia. No tiene noción de cuanto tiempo ha pasado desde entonces, ni sabe nada de su esposa y sus dos hijos que quedaron en Ecuador; “solo quiero volver al país”, manifestó. Conocí a Fernando a las tres de la tarde, en un parque de Granada, cuando se acercó a pedirme unas monedas; su aliento hedía a licor y sus ojos luchaban por no cerrarse, llevaba un sobretodo crema, un pantalón café y una gorra azul de lana. Su historia es como la de tantos, como la de Marcela N. quien llegó con deudas y un ofrecimiento de trabajo, en diciembre de 2001.
Una paisana cuencana, amiga de Marcela, la animó a viajar; le prestó dinero con un interés módico, le aseguró un empleo y alojamiento; pero cuando llegó, despertó de su sueño; compartió un cuarto con 4 mujeres jóvenes más -2 compatriotas, 1 colombiana, 1 boliviana-; su amiga retuvo su documentación y la cuenta empezó a crecer. Su situación se hizo invivible; con deudas, desempleada y sin personas en quien confiar, fue inducida por su “amiga” a ejercer la prostitución en un “club de alterne” clandestino, en Madrid. Para pagar sus deudas, terminó haciendo lo que sus compañeras de habitación: prostituyéndose durante más de un año.
Hoy Marcela N. vive en Almería y continua ejerciendo la prostitución; está segura de que los 2000 euros que gana al mes, en promedio, no valen la pena por todo lo que perdió: familia, pareja y estudios universitarios; pero lo que más le duele es el engaño, sus seres queridos en Ecuador, quienes creen que trabaja en el servicio doméstico.
La migración tiene un costo en dolor y lágrimas que lo pagan quienes abandonan su patria por necesidad, sin un conocimiento real de lo que ésto implica. La segunda comunidad de migrantes en España es la ecuatoriana; por delante están solo los marroquíes. El programa “Este Mes”, de Canal Sur, reveló que desde Marruecos la gente migra y que ese país, también es un país de tránsito, donde operan mafias llevando gente de Argelia, Sudáfrica, Bangladesh, Irán, Irak y otros países árabes y subsaharianos; para pagar los 3 mil euros promedio que cuesta el viaje, la gente vende sus pertenencias. Desde Tánger en pequeñas y sencillas embarcaciones de pesca, llamadas “pateras”, cruzan el mediterráneo, hasta llegar al puerto de Algeciras, en España; de allí, los migrantes, intentan ir al interior del país, metidos en maletas con tubos para respirar, o en las llantas de los camiones, según el informe. De esta manera ingresan a territorio español 1600 personas cada mes: pocos logran su objetivo, muchos son deportados y algunos perecen al zozobrar las frágiles embarcaciones en que viajan.
Al igual que los migrantes ecuatorianos, solo un puñado de arriesgados marroquíes, logra un empleo digno, la mayoría pasa penurias. Los 8 Km. de vallas de 3 metros de altura que amurallan Ceuta no detienen la llegada de gente de Marruecos y la visa, último requerimiento para los ecuatorianos, son mecanismos que frenan la llegada de inmigrantes, pero no la paran definitivamente y es que en palabras del abogado Pablo Salido “España necesita migrantes para paliar las carencias resultantes de ser un país 'civilizado'; somos un país de primer mundo con tazas de natalidad bajas, con una población vieja y con puestos de trabajo que por alguna razón, los españoles no asumimos”.
Pablo, legalista de Jaén Acoge, reconoce: “la migración no es un problema, es un fenómeno natural que se debe regular, el aporte que hace el migrante con su trabajo y cultura, pueden ser positivos. España y los españoles debemos estar preparados para recibir gente, porque esta situación no tiene freno. La visa para los ecuatorianos, es parte de la normativa de la Unión Europea, entidad que estipula el régimen de entrada de gente en Europa y de esto España no es responsable; si lo es en cambio, de las reformas a la “Ley de Extranjería”, cuyas modificaciones en 2003 supeditaban el ejercicio de derechos fundamentales (abstención, sindicalización, huelga), a la obtención del permiso de residencia y trabajo”.
Salí consternado de la pequeña y sobria oficina de Pablo y crucé el casco antiguo para tomar un bus a Granada, mi lugar de residencia. La regularización producida a finales de 2004 y principios de 2005, en la cual se han beneficiado una cantidfad considerable de compatriotas, podría terminar como procesos anteriores, en los que los "nuevos" regulares apenas ni terminado el trámite, ya estaban gestionando la llegada de más paisanos, generando un ciclo sin fin y agudizando las dificultades, que de por sí son numerosas. De hecho, los manifestantes, con sus protestas realizadas las últimas semanas en Madrid, aspiran a que el proceso de regularización dignifique su permanencia en España y así no vagar de pueblo en pueblo. Los migrantes legales acceden al mercado laboral con relativa facilidad, porque es necesario mano de obra; mientras que esto es imposible para los ilegales.
Todos los ecuatorianos que migraron en cierta medida sufren de “duelos”, definidos por el sicólogo Alonso Figueroa como “traumas sicológicos por lo que se abandona y el hecho brusco de adaptarse a un nuevo medio; traumas que pueden ocasionar suicidio”. Karina Núñez llevó a uno de sus hijos, pero no soportó la ausencia de su retoño más pequeño; los trámites de reagrupación familiar demoraron más de lo pensado y antes de que los permisos respectivos sean aprobados ella se quitó la vida. Ahora es su padre -quien también logró residencia- y su cuñada Melina, quienes cuidan de los pequeños; la noticia se emitió por Panorama, un programa de migrantes de Canal Sur.
La situación de los niños en España es envidiable, no hay ninguno trabajando en las calles y su única obligación es disfrutar de su niñez, pero para varios entrevistados como Jacqueline N. que regresó a Ecuador para dejar a una nieta con sus padres, “este no es un medio para criar hijos porque el sistema es muy liberal y por las ocupaciones de los padres no existe un buen control”. Una tarde con sol radiante y más de 40 grados centígrados en Córdoba, leí un graffiti en las paredes de una escuela “el tiempo se escapa de las manos, la felicidad es de los ignorantes”; al interior seis niños jugaban fútbol, todos tenían el cabello claro y el hablar andaluz. Para que esta situación se mantenga ¿será suficiente la subvención de 100 euros que el gobierno da a cada mujer embarazada o con niños menores de tres años con el objetivo de aumentar la natalidad? o ¿será que la infraestructura española la aprovecharan los hijos y nietos de los migrantes? y es que según estudios realizados las mujeres que más se embarazan son las latinas y sus hijos son más "fuertes" que los hijos de las mujeres españolas.
Plantar raíces en un país de primer mundo como España es complicado, por decir lo menos. La violencia y la delincuencia son cotidianas y sus índices crecen como la espuma; a diario existe material para la crónica negra: faltan dedos para contar las muertes producto de la violencia doméstica; un auto de lujo es robado bajo pedido cada quince minutos, el sicariato es cada vez más frecuente. Los medios de comunicación español, reflejan una realidad que difiere de la nuestra; su programación, salvo excepciones, gira en torno a ‘talk shows' en donde el ligar, el sexo y el glamour son de vital importancia. La censura está en el usuario por eso existen medios que transmiten pornografía en las madrugadas, pudiéndose interactuar con los protagonistas a través del teléfono celular.
Para los adultos es difícil adaptarse a un medio así, pero lo es menos conflictivo para los jóvenes; una noche en Almería en Son Candela una discoteca de ecuatorianos, para ecuatorianos hable con Boris N. quien se siente a gusto y espera con ansiedad cumplir la mayoría de edad para vivir por cuenta propia. Aunque el cambio es brusco, buscan mecanismos para sobrevivir como Jorge N. de 17 años, que sale con “todas las chicas” que puede para olvidar a su enamorada; sus ojos brillan cuando la recuerda.
¿El sacrificio de la migración se compensa económicamente? ¿Mejora su condición de vida quien migra? ¿La migración produce apátridas confundidos entre dos culturas? ¿Para migrar es necesario dejar de lado la dignidad y olvidar las raíces? son cuestionamientos que intento responder sentado con mis maletas, junto a una escultura que representa a un viajero, en medio de una selva tropical recreada, en Madrid; mientras el sol se pierde en un horizonte naranja y violeta, como una gota de agua que resbala sobre un cristal.