Esta pequeña población se encuentra ubicada a 45 minutos de Ambato, en la provincia de Tungurahua; en medio de las montañas de los Andes. Casi todos los paseños, antes dedicados a la agricultura y a la ganadería, hoy viven de la confección de ropa, en especial de camisas.
Al llegar la noche de viernes santo, el primer sentido que estimuló Pasa en mí, fue el oído; una banda de música acompañaba con sus acordes a una imagen de la Virgen María. En la puerta de la iglesia del pueblo, la gente mezclaba su aliento, con el frío de la noche y el incienzo y palo santo que se quemaban en pequeñas vasijas de barro. Seguramente la "casa de Dios" fue la más visitada en todo el día; lugareños y foráneos ofrendaban un "Avemaría" o un "Padrenuestro" arrodillados al pie de las bancas de madera.
Después del "descendimiento" acto en el cual la venerada imagen de Jesucristo deja la cruz, la procesión empieza. Son aproximadamente las diez y treinta de la noche y una a una las imagenes peregrinantes, son llevadas en andas por los feligreses; tras cada una de ellas un grupo de gente acompaña el recorrido mientras canta o eleva plegarias. Los priostes o padrinos de esta celebración reparten galletas con agua de canela a los visitantes, en un salón preparado para la ocasión.
Cada 30 minutos o menos es necesario un descanso para recuperar energía. El frío de la noche es intenso, hombres mujeres y niños procesionantes llevan ropa abrigada, han transcurrido un poco más de tres horas y la procesión llega a su fin, con dificultad las imágenes son devueltas a sus sitos originales; de a poco la mayoría de procesionantes marchan a casa, solo unos pequeños grupos se adueñan de una esquina del parque para compartir un "canelazo", una mezcla de té aromático con licor puro de caña.
Aunque el cansancio y el frío son difíciles de soportar, para muchos la promesa de volver es un hecho.